¿Cuándo acudir a un cardiólogo?
Aún cuando se tenga una buena salud, a partir de los 40 años es fundamental acudir a una consulta cardiológica preventiva. Lo recomendable es no llegar a los 60 años sin un chequeo cardiológico ya que el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares aumenta a partir de la adultez media en los hombres y en las mujeres después de la menopausia.
La edad de los chequeos cardiológicos preventivos no es el único indicador para comenzar a realizarlos. Las personas que presentan antecedentes familiares deben realizar controles en su juventud para prevenir y detectar a tiempo rasgos hereditarios que los hacen proclives a desarrollar enfermedad coronaria.
Los chequeos cardiológicos preventivos están dirigidos a las siguientes personas:
Personas sanas o con alguna enfermedad no cardiológica que desean conocer su riesgo cardiovascular.
Deportistas que desean conocer su riesgo antes de iniciar actividad física.
Personas con familiares con cardiopatías coronarias, enfermedad aterosclerótica o muerte antes de los 50 años atribuidas a enfermedades cardiovasculares.
Pacientes con enfermedades crónicas como hipercolesterolemia o dislipidemia, diabetes, insuficiencia renal crónica, obesidad, entre otras.
Prevenir para tener un corazón sano
El corazón es el órgano más importante y es el músculo que más trabaja en el cuerpo humano. El sistema cardiovascular, es el responsable de hacer circular la sangre por el cuerpo. Un sistema cardiovascular sano es vital para proveer al cuerpo de oxígeno y nutrientes.
El corazón en cifras
En 40 años el corazón habrá latido 1.680 millones de veces
En un día bombeará 2000 galones de sangre
Cada hora se bombean 300 litros de sangre
Cada minuto el corazón late 80 veces en promedio
Acuda de forma prioritaria
Las enfermedades cardiológicas pueden no presentar señales claras, así que cualquier alteración en el organismo que de indicios de un problema cardiaco debe revisarse de manera inmediata por un cardiólogo. Si presenta los siguientes síntomas acuda a un especialista:
Dolor en el pecho, en reposo y/o con esfuerzo.
Palpitaciones o irregularidades en el latido cardíaco.
Mareo o síncope (pérdida de conocimiento súbita).
Retención de líquidos (por ejemplo, hinchazón de las piernas)
Sensación de falta de aire en reposo que se incrementa con el esfuerzo.
Cansancio excesivo, fatiga o dificultad para desempeñar las actividades que realizaba sin dificultad